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miércoles, 30 de octubre de 2013

PORFIRIATO

El periodo de 1876 a 1911 está marcado dentro de la historia de nuestro país como porfiriato, y se refiere al gobierno de Porfirio Díaz, quien ocupo la presidencia del país durante el lapso antes mencionado, con la excepción de 1880 a 1884, donde el presidente de la patria fue Manuel González. Pero a partir de 1884, y hasta el quinto mes de 1911, la gran figura política nacional fue la del general Porfirio Díaz.

Esta etapa del país coincide con  un momento particular del desarrollo capitalista que ha sido llamado imperialismo. Este periodo, en un ámbito internacional, tuvo como principal característica un nuevo tipo de colonialismo, en el cual los grandes países capitalistas de Europa y Estados Unidos ya no se preocuparon por controlar de una manera directa el resto del mundo, sino mediante la apropiación de los recursos naturales y su mano de obra, por ejemplo la tierra, los minerales, los metales preciosos y la fuerza de trabajo entre otras cosas más. El control que ejercieron estos países se hizo realidad a través de la inversión de capitales en los países en vías de desarrollo o recién liberados de estructuras de dominio colonial, lo que trago consigo importantes cambios, como el surgimiento de la clase obrera en países industrializados aceleraron la producción y exportación de alimentos y materias primas en los países que no eran participes de este desarrollo. Así los países implementaron medidas económicas favorables al capital extranjero, lo que finalmente  los convirtió  en países  mono exportadores de café, carne, azúcar, trigo, algodón y estaño entre otros.

En  América latina este periodo tuvo como principal característica, que sus élites políticas adoptaron, de manera  entusiasta, las políticas de liberalismo y cambio de apertura   de mercados promovidos por los países metropolitanos. La producción de materias primas  para la exportación atrajo la inversión  extranjera a la región. Los países  de Latinoamérica, México entre ellos, cubrieron  las nuevas demandas que tenían los dueños del capital, quienes se sirvieron de los estados nacionales para invadir la agricultura y apoderarse de los principales recursos naturales. Para extraer  las materias y facilitar la introducción de los equipos y mercancías, el capital financiero estimuló la construcción de puertos y ferrocarriles y, para que funcionara todo esto, de servicios públicos.

ASPECTO ECONOMICO


Para promover el crecimiento económico del país durante su periodo el general promovió políticas liberadoras  de la economía nacional y México mostró una gran apertura al capital extranjero. Los principales países que  trajeron su capital al país fueron: Inglaterra, con concesiones mineras y administrando el Istmo de Tehuantepec, España con la industria de  hilados y tejidos, y por supuesto nuestro vecino del norte al cual se le dieron las concesiones para la construcción de ferrocarriles. Este crecimiento económico no favoreció a todas las regiones del país, era notorio que este crecimiento solo llego a las grandes metrópolis tales como Guadalajara, Monterrey y por supuesto la capital del país, era también notorio que las regiones del sur del país eran las que mostraban un mayor atraso.


En cuestión de números el avance económico era basto, para 1880 el total de las inversiones extranjeras era de 110 millones de pesos, para 1910 dicho monto era  de 3400 millones.

El capital extranjero dominaba, casi de manera absoluta, la minería, la explotación petrolera, la banca y los, ferrocarriles. En el sector minero, por ejemplo de las 1030 compañías que operaban en 1910, 840 eran estadounidenses, 148 nacionales y el resto de otros países. Cálculos aproximados  estiman que, para 1910, del total  de las inversiones extranjeras 38% eran estadounidenses, 29% inglesas y 27% francesas, mientras que el resto se distribuía entre otras de menor importancia. En un lapso de treinta años, las inversiones inglesas pasaron de  9.2 a 90.7 millones de libras esterlinas; las francesas,  de 15 a 1,675 millones de francos; en tanto las estadounidenses pasaron de 30 a 1,008 millones de dólares. Como resultado de estas inversiones diversos sectores registraron un extraordinario crecimiento: en veinte años se triplicó la producción de plata; el valor de la producción de cobre pasó de 260 mil a 32 millones de pesos, la producción de henequén paso de 3 mil pacas anuales al iniciar este periodo y a un millón de pacas al termino del mismo, en contrate la producción  de productos para el consumo interno  disminuyo, un ejemplo claro de esta paradoja es la baja en la producción de  maíz.

Las exportaciones aumentaron durante el periodo 600%. Este modelo económico, apoyado en las inversiones extranjeras y orientado a satisfacer  las demandas del mercado mundial, es llamado por los economistas “dependiente” con “crecimiento hacia a fuera”, es decir, que el resultado del crecimiento económico no es resultado del proceso de maduración de las fuerzas productivas nacionales, sino de factores externos.

ASPECTO POLITICO


México estaba envuelto  en una profunda crisis general, pero en especial económica  a causa de las diversas guerras que lo habían azotado; los caminos estaban  plagados de bandidos, la delincuencia en las ciudades a la orden del día, el trabajo escaseaba y las inversiones  extranjeras no arribaban a México ante la falta de garantías, tales como seguridad y de más servicios.

Porfirio Díaz  figuró como un protagonista central de tales disputas, al levantarse en armas en  dos ocasiones: una en 1871, en contra  de la reelección del presidente Juárez con el plan de la noria, movimiento que, a pocos meses, fue derrotado. Al morir  Benito Juárez, en 1872, se registro una nueva disputa por el poder, saliendo  victorioso Sebastián Lerdo de Tejada. Al intentar éste reelegirse en 1876, Porfirio Díaz se levantó en armas, por segunda ocasión, ahora con el plan de Tuxtepec, resultando vencedor.

En el 1876, a llevar a cabo el plan Tuxtepec, el general Díaz propuso  como “Ley suprema”  de la nación el principio de la no reelección del presidente y gobernadores; además, aseguró  que él en ningún momento  aspiraba a permanecer en el mando y que, al obtener el triunfo, volvería “a la quietud del hogar domestico”. Pero no lo cumplió. Al asumir por segunda ocasión la Presidencia de la  república, en 1884, se reeligió de manera ininterrumpida, hasta que una nueva revolución, la de 1910  lo obligó a renunciar y dejar el país.

La reelección del general Díaz  lo hizo ser el hombre más importante  de México  por espacio de treinta años. En este tiempo sucedieron muchas cosas sobresalientes en el país: se logró alcanzar la estabilidad  política; se registró  un extraordinario  crecimiento económico, disminuyó considerablemente la delincuencia  y el bandolerismo casi desapareció como fenómeno social. Pero a la par de estos grandes cambios a favor de la patria, también hubo grandes abusos  tales como: despojo de la propiedad comunal  indígena; se fortaleció  el latifundismo; se reprimió con mano dura, mediante la ley  fuga  o la pena de muerte, a quienes alteraran el orden público o se opusieran  al régimen; se ataco la libertad de prensa y la gran parte de la población se mantuvo en la pobreza.


En términos generales se puede decir que el Porfiriato es un periodo en la historia nacional de marcados claros y oscuros: liberal pero al mismo tiempo conservador, conciliador y represivo, demócrata y autoritario, es un periodo polémico; los mismos historiadores tienen opiniones encontradas. La prensa de la época, por ejemplo, dependiendo del momento y su filiación, al referirse  al caudillo de Tuxtepec  lo mismo pintaba como un dictador  que el héroe de la paz; a un violador de leyes  y libertades individuales que al  árbitro supremo de la nación; al vendedor de su propia patria que al constructor del México moderno. El historiador Francois- Xavier Guerra destacó al respecto: “Fue el Porfiriato un régimen extraño: sus contemporáneos los calificaban de patriarcal; los revolucionarios  le llamaron dictadura;  nuestros contemporáneos lo designan con etiquetas diferentes que van de caudillismo a régimen autoritario”

Al empezar el mandato del general Díaz  la mayoría de sus colaboradores eran liberales, pero al terminar el siglo XIX el llamado grupo de los “científicos”  había alcanzado una gran influencia dentro del mandato del general. Para los liberales  su principal lema  era la libertad, pero para el grupo de los científicos  era el progreso, este grupo  ejerció una fuerte influencia en el pensamiento del general, la filosofía del régimen fue el positivismo y su lema “Orden y progreso”

En este periodo no se puede hablar de una democracia, ya que esta fue  ficticia y la única antirreleccionista era la muerte. Por su permanencia indefinida en el poder, el régimen porfirista era, en los últimos años, un gobierno gerontocrático: la edad promedio de sus ministros, senadores y gobernadores era de 70 años; hacia 1910, Porfirio Díaz tenía 80 años.

Ante la situación, el general Díaz se propuso básicamente dos objetivos: el primero, pacificar a como diera lugar el país; el segundo, promover con todos los medios a su alcance el crecimiento económico, pero el presidente Díaz tenía bien claro que sin crecimiento económico, la paz  social nunca se alcanzaría.

Fue tan firme  su política en contra de la delincuencia  o los disidentes que, ante la noticia  de un complot revolucionario en Veracruz, se le atribuye la orden de “mátalos en caliente”; Pero Porfirio Díaz también fue un gran conciliador, pues lo mismo integró  en su gobierno a liberales  que a conservadores, y fue capaz  de convertirse en punto de equilibrio entre posturas y anteriormente confrontados. Al gobierno del general Díaz también se le atribuye  la política de “pan y palo “, pan para el que trabaja, palo para el que se rebela.

MODERNIZACIÓN DE LA INFRAESTRUCTURA


El periodo en el cual el general Díaz estuvo al frente de la presidencia del país se caracterizaron por la modernización de la nación; esto significa que arribaron los avances tecnológicos más sobresalientes de la época. Este crecimiento se vio claramente marcado en dos ramas de la vida nacional en lo económico y lo administrativo.

La modernización económica fue posible principalmente a la expansión del ferrocarril, que facilitara el acceso rápido a todas las regiones distantes y el traslado de  mercancías, otro avance que ayudó al desarrollo de la economía fue el tendido de la red telegráfica y telefónica. El ferrocarril era considerado la “palanca del progreso”.

En 1876 México tenía aproximadamente 580 kilómetros de vías férreas; para 1884 se había elevado a 5,731, en tanto que en 1910 el tendido ferrocarrilero alcanzaba  ya los 24, 288 kilómetros. Con el ferrocarril las exportaciones a Estados Unidos se vieron notablemente favorecidas: al finalizar el siglo XIX, alrededor del 70% del total de las exportaciones mexicanas tenían como destino el vecino país del norte. Esto provocó una grave y notable dependencia económica hacía  el país de las barras y las estrellas, circunstancia que hizo que Porfirio Díaz exclamara “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”


Las principales obras realizadas en México durante el mandato del General Díaz son las siguientes: el gran canal del desagüe, el hospital general, el teatro general hoy bellas artes, el palacio de correos entre otros. En esta época, la ciudad de México se confrontaba en belleza con las mejores ciudades de Europa.

EDUCACIÓN Y CULTURA


Escuela en el Porfiriato
Durante el Porfiriato más de diez millones de habitantes no sabían leer ni escribir, aunque como en todos los aspectos del Porfiriato este sector también tenía  claros y oscuros, como se ha podido notar el sur del país era el más afectado y las grandes metrópolis desarrollaron un gran índice de alfabetización.

El gobierno trato de hacer algo por la educación y por ello creó una serie de instituciones que enlistare  a continuación:

En 1891 creó el Consejo Superior de Instrucción Pública y en 1905 fue elevado al rango de secretaría.

En 1910 Justo Sierra reunió las escuelas  de especialidades y las organizó en una Universidad Nacional.


BALANCE HISTÓRICO DEL PORFIRIATO

El Porfiriato fue un periodo de marcados contrastes. Dependiendo del sector que uno analice, se puede llegar a conclusiones totalmente divergentes. El escritor estadounidense John Kennet Turner, en 1911 por ejemplo señaló que para sus compatriotas que emprendían negocios en México, el régimen de Díaz era “el más sabio, el más moderno y el más benéfico sobre la faz de la tierra”, pero que, desde el punto de vista del mexicano común, el gobierno de Díaz era “un tratante de esclavos, un ladrón, un asesino”, pues no tenía misericordia ni impartía justicia, sólo se dedicaba a explotar a su población. Cierto es que, para tener una opinión equilibrada sobre este periodo, debemos conocer sus claros y oscuros, sus virtudes y defectos, sus logros y retrocesos.

El extraordinario crecimiento económico que experimentó el país, la modernización urbana, el saneamiento de las finanzas públicas y la estabilidad la política fueron algunos de los logros más importantes del Porfiriato. Después de más de medio siglo de estancamiento económico y aislamiento comercial, México se insertó de lleno en la economía mundial ocupando un lugar clave, aunque de manera  dependiente, dentro del desarrollo del capitalismo. Como resultado directo del pronunciado crecimiento económico, irrumpieron destacados centros urbanos y fabriles: Torreón y Aguascalientes se convirtieron en importantes centros de distribución ferroviaria, Monterrey  y Orizaba se consolidaron como ciudades industriales, Mérida creció significativamente con la exportación de henequén y chihuahua con la venta de ganado.


Sin embargo, en no pocos casos, para los peones de las haciendas, los jornaleros del campo, los mineros y los obreros fabriles, es decir, para la clase trabajadora, la paz social y la estabilidad  política de que tanto se vanagloria el régimen significaron arbitrariedades, explotación, sometimiento y represión, particularmente cuando daban alguna señal de protesta o rebeldía. Tales injusticias, permitidas  y solapadas generalmente por los prefectos políticos que eran autoridades locales, conformaron lo que se conoce como “la leyenda negra” del Porfiriato y constituye uno de los lados oscuros.

Lo que para los hombres del régimen era motivo de orgullo, para un sector ilustrado de la clase media era motivo de crítica e indignación. La prensa volvió a sus fueros y un sector de jóvenes periodistas acusó a Porfirio Díaz de extranjerismo desmesurado, de vender la patria a los extranjeros, de mantener a la población sumida en la pobreza y, sobre todo, denunciaron la falta de libertad política.

En medio de grandes tensiones y conflictos llegó 1910, un año de grandes sorpresas para los mexicanos de entonces: apareció el cometa Halley, se realizó la convención de los clubes antirreleccionista, con bombo y platillo el régimen festejó el primer centenario de la Independencia de México, se consumó la séptima reelección de Porfirio Díaz para presidente de la República y, como resultado de esto último, inició un movimiento revolucionario de largo alcance, en el  mes de noviembre, que obligaría al anciano presidente a dimitir del cargo e irse de  México. Por ello es un año clave en la historia nacional.